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ME HE PERDIDO
Pedro, hombre robusto, alto, de tez morena y calva reluciente.
Ha dejado su empresa en manos de su hija, ahora puede
disfrutar de su tiempo libre; aunque a decir verdad no se ha estropeado la espalda trabajando, más
bien se
ha recreado con ello: viajes,
entrevistas, buenas comidas, lugares nuevos.
En apariencia es de carácter fuerte y altivo, pero cuando
quiere, retorna el niño travieso y mimado. A sus ochenta y cinco años sigue
haciendo rabiar a sus hijos y nietos, hasta sus empleados le secundan
el juego.
Se pasea por el jardín recordando su lejana tierra,
esos cafetales y palmeras esbeltas
de su querida Costa Rica.
Ha guardado el sombrero gris de franela y se ha
colgado uno viejo de paja trenzada. Sus zapatos lustrosos y acordonados descansan bajo
la cama. Se ha acoplado unas buenas zapatillas de paseo.
-¡Hace un bonito día!- ¿Nos vamos de excursión? Raid, lo mira con la cola en
vaivén y se sitúa junto a el.
Los dos rodean la gran casa, siguen el rastro del
pequeño camino
riachuelo abajo, el sol va acercándose sin prisa. “Hoy pica el calor” el perro le
mira como asintiendo.
-“No te preocupes, damos una vuelta y volvemos” Apoya su bastón en la tierra y sigue caminando
disfrutando de la naturaleza. –“Voy a sudar de lo lindo y eso
es raro en mi”- piensa mientras recuerda su
juventud en aguas caribeñas- cruza una pequeña colina
ondulante y verdosa. El tiempo va pasando perezosamente, se aleja despacio, sin darse
cuenta se desvía del camino.
Al frente, una enorme piedra gris y caliente descansa
en medio de la nada. Se acerca sudoroso y tambaleante. -“Vaya, ya no tengo veinte
años“- Apoya su espalda, reposa unos
instantes pensando que no reconoce el lugar.
Su pesado cuerpo no responde, el sudor i el polvo invaden todo su ropa, intenta levantarse pero se desliza hasta el suelo.
-“Bueno, creo que me he perdido”- Raid, lo mira y gime, no le gusta nada la situación.-
-¿Sabes chico? Cuando lleguemos a casa, tomaré mi
Fernet Branca con mucho hielo y se me pasará este susto. Tengo un montón de cosas que hacer: acabar mi
libro de Pearl Buck, fumar mi Julieta, y algo más, ahora… no me acuerdo.
Raid intenta escapar, rasca con sus patas
en vano, le ha clavado el bastón con su
cadena en la seca tierra para que no escape, no quiere quedarse solo. De un
tirón sacude
su fuerte cabeza, el débil báculo salta sin dificultad, sale corriendo camino arriba.
Anna, su hija, lleva horas desesperada, ha llamado a los vecinos, la
guardia civil, a todo el mundo. En un momento dado mirando la lejanía ve venir a Raid, corriendo y jadeante,
entiende lo que está pasando -Vamos chicos, hemos encontrado a papá-
El perro, da media vuelta y corre río abajo, sabe que le están
siguiendo. Bordea la colina con la lengua seca y las patas cansadas.
Pedro no tiene prisa –“Creo que me estoy mareando”- ¿Donde estas?… Comprende que su amigo ha ido en busca de ayuda, nunca
le falla.
El viejo sol cae implacable
sobre su cabeza, el aire reseco invade todo lugar, el riachuelo ha enmudecido.
¿Dónde estaré? Se pregunta un poco
asustado.
A lo lejos se oyen voces “ya están aquí“ intenta abanicarse con el viejo sombrero pero sus fuerzas no le ayudan.
Su cuerpo va aflojándose por momentos
y sus pensamientos se entremezclan en nubes borrosas.
Anna le ve, aprieta el paso nerviosa, agita los brazos en dirección
a Pedro, los
demás la siguen.
Oye voces lejanas ¡Por fin me encontraron!
-Bueno, veo que no me has abandonado- siente su lengua húmeda en su rostro lamiéndole con ansiedad. -No llores
amigo, sabía que podía contar contigo-. Sus ojos se cierran tranquilos. -Amigo… estas aquí- Una Mano le acaricia el rostro con
cariño.-
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