LA TRAMPILLA
Narrador protagonista...
Un ruido seco me ha
despertado de golpe, mi hermana me mira asustada, las altas palmeras rebotan
en la barandilla del bacón; las olas del mar quieren entrar, el corazón me late
con fuerza.
Ana y yo salimos disparadas
escaleras abajo, a mitad de camino nos topamos con mi abuelo, lleva su bata colgada
de los hombros y las zapatillas a medio poner.
-¿Estáis
bien? - dice
Bon Papá con cara de preocupación, las
dos
asentimos
con la cabeza y seguimos hasta llegar a la planta baja, el gran perro nos escolta
pegado a nosotros.
Llegamos temerosos hasta un
pequeño cuartito bajo las escaleras donde
guardamos los zapatos; bolsos y algunos trastos, la puerta trémula
se abre despacio, veo en las miradas el desconcierto y el miedo, Ana abre la
boca involuntariamente -¿ qué pasa Ingrid? – “no lo se”- le digo tan perpleja como
ella, conozco a mi hermana “esta
aterrada” siento los pies fríos y las manos sudorosas; entonces Bon Papá
reflejando mas serenidad nos aparta
discretamente mientras se adentra en el pequeño habitáculo, busca inútilmente la cadenita de la luz, de
pronto...al fondo en medio de la
oscuridad se abre una trampilla de donde fluye una luz envuelta en una nube de
polvo, las dos miramos hacia abajo, su mano cogida de la mía
tiembla como una hoja y la aprieto suavemente dándole confianza, con dificultad veo que cuelga una escalera de cuerda trenzada; la casa ruge con fuerza,
las lagrimas de la lámpara repiquetean entre si, el perro nos mira uno a uno, lanza un ladrido al aire...y
salta.
Narrador omnisciente
Vigilante, el gran perro Yem en la puerta de la
habitación se despierta
con la tormenta, mira
las niñas, están durmiendo hasta que un
trueno las sobresalta.
Anna se acurruca sin saber que hacer, las
tormentas no le han gustado nunca, Ingrid, abre los ojos y sopla su flequillo ¡guay,
tormenta! salta de la cama, coge la mano
de su hermana y la arrastra escaleras abajo, no quiere dejarla sola, sabe que
Bon Papá se habrá despertado y bajará con
ellas; Yem entiende que su deber es cuidarlas y las alcanza,
seguro que el abuelo se ha calzado y puesto su bata, con lo friolero que es: anoche les estuvo contando
como tantas veces que en el cuartito de las escaleras en
ocasiones se filtran duendes; el abuelo se ríe
porque las niñas no se lo acaban de creer y pasan de puntillas cada mañana por
la puertecita del ropero mirando de reojo.
Bajan
todos juntos, Ana temblorosa se aferra a la mano de su hermana, siempre le ha
dado seguridad, Ingrid enamorada de las aventuras entiende su miedo y la sujeta
con dulzura, el tintineo de la lámpara
las exalta, Yem las mira
con cariño y preocupación y da un paso adelante, Bon Papá,
que siempre cuenta historias inventadas esta tan desconcertado como ellas; respira hondo, las aparta con discreción y se posa
junto al perro, la pequeña puerta tiemble y se abre, de pronto una trampilla
inexistente hasta entonces se levanta
de golpe y salta un remolino de luz y polvo, los tres asustados dan un salto
atrás, Ana musita algo a Ingrid -¿qué pasa? -Ingrid esta emocionada, Bon Papá rasca su brillante
calva incrédulo -piensa- “¿Serán
verdad todas esas historias que les
he
contado…?”
“Tantos
años en esta casa y ni se habían enterado”
-pensó el perro- ¡Ya conozco yo a esos duendecillos! ¡Son unos intrépidos y unos desvergonzados, se deslizan de
noche por la escalerilla de cuerda, es
hora de presentárselos”- mira a las niñas y a Bon Papá -vamos a conocerlos
¡Estarán encantados!...- les dice que le
sigan con un guau… y se lanza, detrás,
los tres golpean la arena de la playa con sus
pies...
De pronto una ola gigante les
arrastra de un coletazo y...
No hay comentarios:
Publicar un comentario