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LA FIESTA
La Fiesta
Desde el camino, veo la gran casona casi oculta entre los
árboles, la noches es placida y serena, nos acercamos sin ninguna
prisa, paseando.
-¡¿Sabes Laura?! Creo que lo vamos a pasar bien.
Javier aparca el pequeño coche bajo un roble centenario mientras la luna llena nos espía, subimos las pequeñas escalinatas de piedra y entramos en la
casa; la puerta emite un lamento corroído cuando nos da paso invitándonos a entrar…
-¿Hay alguien?- Grita Javier.
-Un pórtico amplio nos muestra la escalera que se alza tapizada y soberbia. La casa permanece muda y
sombría.
-Los tres nos deslizamos en
su interior esperando que alguien nos reciba.
-¿Pero no era tu amiga la que nos había invitado?- pregunta
Javier -¿No te habrás confundido? ¡Eh…!
-…Oye tranquilo… estará ocupada- responde
Laura -¡Miremos aquí, parece salir luz de esta
habitación!
-Mientras me acerco a ella, tras nosotros la gran puerta se cierra de un portazo, enfrente, la estancia descubre lentamente una pequeña abertura. Nos sobresalta el ruido
inesperado y un respingo inevitable hace adelantarnos.
Laura se alisa el largo vestido color frambuesa que ha comprado
para la ocasión. Javier coloca sutilmente su pajarita en línea recta; me retoco el pelo frente al espejo oval colgado junto la
escalera.
-¡Vamos, entremos! hemos venido a divertirnos y
a cenar ¿¡no!?
-¡vamos...vamos...!
-¡Julia! ¿Estas ahí?... ¡Tenemos hambre!
-Pasad y asentaos....
La voz de julia se oye desde la profundidad; los tres nos
adentramos en su busca, empezamos a impacientarnos.
La frágiles luces de las velas alumbran
con intensidad el gran salón. Figuras frías y muertas bailan al son de
las llamas dibujando tergiversadas siluetas en la paredes.
Oigo crujir la madera bajo mis pies,
camino despacio adentrándome en la sala. Javier y Laura
se dan la mano y se acercan silenciosos hasta la mesa.
-¿Crees que hacemos bien?- pregunta Laura.
Javier la mira y discretamente le acerca una vieja silla.
-No pasa nada, solo es un juego- Javier respira hondo sin creer
en sus propias palabras.
Poco a poco todos nos vamos acomodando.
-“¡No me gustan nada estas
cosas!” -pienso.
Una mujer ajada y canosa está sentada esperando que todos se sitúen, levanta sus blancas manos haciendo deslizar las largas mangas
de satín que envuelven sus delgados brazos. Un pañuelo adornado de
pequeños brillantes cae sobre su frente; su mirada es escurridiza y su cuerpo
encorvado.
Alza levemente la cabeza -¡Y
ahora…!
El viento irrumpe de golpe por la ventana entreabierta, las
velas sacuden su luz casi hasta su extinción, un golpe sordo suena en medio de la mesa, el vaso frío, transparente, se mueve
enloquecido y cae estrepitosamente contra el piso. La vieja
mujer mira turbada. -¡¿Hay alguien aquí...
entre nosotros?!
La luz de las velas sigue
su baile oscilante, el rojo carmesí de las cortinas se confunde con las paredes; libros gastados y apilados en las estanterías de madera carcomida caen en el suelo oscuro.
Doy un salto de mi silla y tropiezo con algo, las pesadas alfombras se
entremeten en mis pies.
-Laura, ven junto a mí -
Le cojo la mano con los nervios a flor de piel. Javier se nos acerca y nos
abraza.
-¿Qué está pasando...acaso no era un juego...?
Fuera, se oye el rechinar de la escalera, el roce de
ropa en el suelo deslizándole reverbera en la distancia. Se oye una tímida voz
temblorosa.
- Julia, ¿eres tú? -recita Laura mirando con miedo a la
mujer sentada hosca y huraña. El silencio invade todo el espacio, la redondeada mesa cubierta con tapices bordados se balancea sobre sus patas.
De pronto, un resplandor se alza en medio del salón.
-¡Si soy yo....os estaba aguardando!
La vieja y canosa mujer ha desaparecido, los cristales del vaso reflejan
pequeños rayos de luz vestidos en partículas polvorientas.
-¡Por favor ...sentaos!.
La luz envuelta en
sutiles velos blancos se acerca hasta la mesa.
-¡Acomodaos, os lo ruego....! ¡Vamos a empezar!
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