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miércoles, 1 de mayo de 2013

UN TRISTE RECUERDO


15





Un triste recuerdo.


Sus rubios cabellos reposan sobre la almohada, los labios carmesí destacan en su blanca piel, Louise Enriette descansa sobre el  lecho asumiendo que su final está cercano. Cansada, cierra despacio los ojos y una nube de recuerdos se deslizan suavemente por su mente.
Corre el año 39, en una mañana soleada camina con su habitual elegancia sobre esos finos tacones. Retoca su sombrero mientras lee “Le figaró” colgado del pequeño quiosco situado en el hermoso puerto de la Luna.  El Garona difunde su brillo como un espejo, la luz de las farolas embellecen el puente construido en el Siglo de las Luces.
Mira asustada,  todos los periódicos anuncian lo mismo, “L'intransigeant” pregona en letras negras y blancas: “LA FRANCE ET L'ANGLATERRE sont en état de guerre AVEC L'ALLEMAGNE”.
Busca ansiosa una cabina de teléfono, enfrente se alza el bello Pont de Pierre.
Gira sobre sus pies y enfila decidida hacia Courts Victor Hugo.
-”Debo avisarle, no tenemos más tiempo”.
Un pequeño bistrot está abriendo sus puertas, sin dudarlo entra y se dirige al teléfono colgado de la pared. La suave  voz de Juliette Gréco inunda todo el local.
 Marca el número de su oficina...ring...ring...
- Bonjour, ¿quién es?
- ¡Pierre, Pierre... escúchame...!  -debemos irnos inmediatamente. ¿Están listos los coches? 
Los dedos de Louise repiquetean en el mostrador.
-Si todo está listo. - contesta Pierre.
-Voy a buscar a los niños. Nos encontramos en la isla. - Louise acaricia su falda de Jacouart.
-Bien, muy bien...sé prudente... voy hacia allí. ¡Je t'aime!
 Al poco tiempo rueda por la carretera ansiosa de llegar a l'Ille d'Oleron donde su institutriz y los niños la esperan.
A su paso, los viñedos de Burdeos se alzan verdosos  y morados. La guerra no ha podido matar tan bella naturaleza y el vino sigue manando por sus tierras.
Horas más tarde los coches y camiones enfilan hacía su nuevo destino.
En España parece que las cosas se han calmado. Meses atrás Franco destruyó la segunda república de un plumazo. La guerra ha  terminado y les aguarda un futuro incierto pero sin bombas.
Louise lleva en su bolsa, en un doble fondo la foto de su amigo el General Pétain. -“¿Cómo ha podido traicionarnos así?- “Alemania nos arrebatará lo poco que queda de esta triste Francia sumida en el dolor”.
Los camiones avanzan tras  ellos. Llevan toda su vida: sus enseres y lo poco que han salvado.  Sabía que llegaría el día que tendrían que huir después del pacto de Pétain con Hitler, creyó que, tal vez, la guerra llegara a su fin y pudiera permanecer en su tierra.
En medio de polvo y muebles, miradas escondidas y asustadas se arrinconan atemorizadas ante la llegada de la frontera de Irún. El Bidasoa  asoma a los lejos dividiendo sus vidas, sus patrias.
Soldados apostados en ambos bandos.
La atmósfera bajo los impertinentes focos es cortante, la respiración en pausa, las manos sudorosas.
-Monsieurdame, sus documentos... -¿¡dónde van!? -el soldado apunta con su linterna metralleta en mano  el interior  del coche.
-Tenemos un pabellón de alimentación en San Sebastián. -responde Pierre-. Louise se aprieta a los niños disimulando su miedo.
El hombre revisa meticulosamente el coche. Los camiones están siendo registrados por doquier.
-¡Salgan del coche, pónganse a un lado!
Louise mira hacia los vehículos. Dentro, almas encogidas ruegan por no ser descubiertas y llevadas a un campo de concentración. El día despunta de nuevo, las horas interminables repletas de preguntas han llenado la noche.
-¡Eh…bien, pueden irse!  - ¡Out, allez, allez, vite, vite!
Despacio, el coche y los camiones atraviesan las fronteras con el corazón escondido. Las montañas les reciben en un verdor esplendoroso. Un gran cartel les indica su camino: San Sebastián.
A unos kilómetros de la frontera paran los coches, necesitan tomar aire, saber que todo está bien, que su camino incierto pero nuevo, puede ser mejor.


1968. Louise Enriette suspira recordando “He tenido una buena vida“.


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