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sábado, 10 de noviembre de 2012

APRENDÍ A LLORAR

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APRENDÍ A LLORAR.

-Caminé cabizbajo y sombrío sin mirar atrás, mi cuerpo cansado andaba entre las sombras con el peso de mi alma a cuestas, entré sin darme cuenta en el oscuro parque en busca de refugio y soledad; las luces del día se iban apagando silenciosamente, las palomas gorgoteaban mimosas posadas sobre una rama, me invadió un rayo de envidia al verlas.
-Mi estómago lanzó un lamento y mi lengua áspera y seca me envolvió la boca.
Despacio, me acerqué al pequeño lago que empezaba a brillar bajo la luna, sorbí sin mucha ansia la fresca agua; las ondas revoltosas reflejaron por un momento mi viejo y arrugado rostro, me observé por un instante, el largo y rojo pelo caía sobre mi sin su belleza anterior, sentí lastima de mí, pero no sabía llorar…
-Aquel pequeño lago me hizo recordar cuánto echaba de menos mi cama limpia y blanda; cuanto echaba de menos los besos y las caricias de mis seres queridos, cuanto echaba de menos el olor que desprendía la cocina después de una buena tarta, cuanto echaba de menos los ruidos y las risas de mis niños, cuanto echaba de menos sentir que era valioso, que cuidaba de mi casa y de mi familia; ahora viejo y cansado ya no servía, ya no era útil.
-Me recosté bajo un árbol derrotado, hice un ovillo con mis cuerpo cansado y hundí mi hocico entre mis débiles patas y entonces…

-Aprendí a llorar.







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