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FUE UNA ILUSIÓN…?
El día era lluvioso, el
viento golpeaba las hojas desprendiéndolas de sus ramas, el sol asomaba a
porciones entre las sombras.
Su vida cotidiana no era
aburrida pero tampoco improvisada; estudios matinales, salidas a media tarde
con los amigos, alguna fiesta el sábado por la noche.
Su cabeza siempre bullía en
nuevas sensaciones, pero quedaban allí entre sus pensamientos mezclados en su
pelo negro y rizado.
Aquella noche se acostó
temprano, estaba agotado y no sabía por qué, el día había sido de lo más
reposado, a media noche se despertó sin sobresaltos pero sintiendo la necesidad
de salir de allí.
Aunque le daba pereza, el
tiempo era frío y húmedo, colocó su abrigo sobre el pijama, no pensaba estar
mucho tiempo fuera, se calzó sus botas de piel y caló un viejo sombrero que
solo usaba cuando nadie le veía.
Salió a la calle, la
contempló un poco adormecido, la noche serena como si el frío y la lluvia
hubieran hecho una pausa, sintió una agradable sensación de bienestar, las
calles impregnadas de un negro brillante parecían conducir al infinito, casas
silenciosas y árboles contemplaban estáticos la ciudad dormida, el cielo
centelleaba mezclado de estrellas chispeantes.
Caminó sin rumbo respirando
bocanadas de aire fresco que le despejaban el ánimo, cruzó el parque con paso relajado, sin prisa,
saboreando el aroma que había dejado la lluvia y sin darse casi cuenta la vio,
allí estaba, una visión o un sueño, no importaba, era bonita, muy bonita,
delicada como una flor se mecía entre la
hierba.
Su dulce voz le llamó, se
acerco con miedo, incrédulo, ella le tendió la mano, se entrelazaron sus dedos
como telarañas de colores, sus labios se rozaron en tímida pasión, salieron
corriendo hacia la profundidad del parque.
Entraron en un haz de luz
donde la música sonaba con viveza, los colores volaban entre los rincones, el
aire respiraba alegría, placidez, felicidad, pequeñas mesas repartidas por
doquier ofrecían deliciosas golosinas, frescos zumos de frutos tropicales eran
saboreados por todos, el ambiente era plácido e invitaba a olvidar el mundo y
se sentía feliz, danzaban entrelazados al son de la melodía, el la contemplaba
sin llegar a creerlo ¿Dónde estaba? ¿Quién era ella? Aquella no era su ciudad y
la chica, jamás antes la había visto, desprendía una luz y un aroma especial,
su piel suave como la brisa le atraía, su cuerpo frágil y decidido le
provocaba, sus ojos le paralizaban.
Por un instante pensó que si
cerraba los ojos toda aquella gente se esfumaría como humo de una hoguera,
deseaba que el mundo descansara de sus vueltas interminables quedando solos en
el universo como satélites danzarines en una estelada de suaves compases.
Abrió sus negros ojos y se
estremeció como una hoja palpitante, todo a su alrededor era un decorado de
festividad resplandeciente, su deseo cumplido giraba en torno a el, ella seguía
vibrando a su alrededor, danzaba como llevada por un soplo suave de aire
mirándole fijamente, el, la seguía en medio de una nube de anhelos adentrándose
en su pelo con manos sigilosas y labios anhelantes en besar esa divinidad que le ofrecía un mundo
irreal tantas veces imaginado.
Acarició su largo cabello,
sus dedos se deslizaron con timidez sobre sus mejillas, la noche transcurría
suavemente, sin prisas, envuelta en la magia del amor inesperado.
La primera tenue luz del
alba fue despertando poco a poco, el decorado cobraba vida lánguidamente, la
gente se movía alegre y festiva ajena a ellos, fueron saliendo del recinto
lentamente sin mirar atrás, dejando a sus espaldas el haz de luz que flotaba
suavemente entre los árboles volviendo al punto donde se unieron, caminaba
ingrávido envuelto en su mano, su alma flotaba, cerraba los ojos saboreando
todos sus sentidos, su miraba le turbaba , volvió a abrirlos al sentirse ligero como la lluvia
olvidada, se estremeció de nuevo, sus ojos se nublaron como en una noche
oscura, el frío apareció de un salto, la humedad caló sus huesos hasta el
infinito y su corazón, su corazón se paró en seco, ella no estaba allí, había
desaparecido, sus manos estaban vacías, tan vacías que se echó a llorar.
Siguió andando hacia su casa
triste y confuso, se descolgó de su abrigo y sus botas, el sombrero rodó sin
vida por el frío suelo de su alcoba, se
deslizo dentro de su cama temblando de frío y rabia, poco a poco fue quedándose
dormido sollozando como un niño .
El estridente despertador le
sobresaltó impertinente, se levantó rápidamente de su letargo, era tarde, había
tenido un sueño maravilloso, parecía tan real que le deprimió profundamente.
Salió hacia la universidad
como cada mañana con el animo envuelto en su bufanda, su mente agitada no
descansaba ni en las pausas, las paginas del libro le crispaban a cada vuelta
como gritos encerrados, las voces de su entorno le martilleaban la cabeza,
quería evadirse del mundo, desaparecer bajo el papel, el aire le asfixiaba y
salió de aquella cárcel que le oprimía.
La claridad de la mañana le
cegó los ojos de un manotazo, parpadeó varias veces sacudiendo tanta luz, sus
manos sudaban como lagrimas calientes,
el oxigeno quedaba a mitad de camino, no podía ver, creer, andar, ella, ella…estaba allí, frente a el, esperándole
con su sonrisa sonrosada y calida, corrió hacia ella tropezando con su sombra,
la cogió dulcemente.
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