TRADUCTOR

miércoles, 1 de mayo de 2013

MICHEL

19



MICHEL

Michel.

Larguirucho, de tez morena y profundos ojos negros, había heredado el color del sol de sus antepasados paternos, gente de tierras emborrachadas por verdes e insultantes colores. Amaba el mar desde el más bravo Mediterráneo al Caribe resplandeciente.
Nació en las cálidas tierras de Burdeos, le acunaron las aliladas y exuberantes uvas de largas ramas que giraban alrededor de su almohada llenándolo de fragantes aromas, aromas que se impregnaron en su oscura piel para el resto de su vida.
Si, fue en mayo, el mes de las flores cuando la dama de noche reverbera en sus más verdes tonos, mil pétalos desenvuelven su manto en delicada armonía, inundando con descarados perfumes las noches plácidas de primavera.                

Contaba cuatro años, cuando sus padres trasladaron a cuestas sus negocios a tierras catalanas al borde del Mediterráneo.
Instalaron sus chimeneas humeantes en una pequeña calle de la ciudad, sus habitantes amanecían plagados de perfumes desprendidos y mezclados entre sí: albahaca, tomillo, pimienta, canela, azafrán recorrían saltarines los tejados de sus pintorescas casas.
Las palmeras altivas les dieron la bienvenida aquel invierno acogiéndoles con reverentes balanceos. Badalona fue su segunda cuna, allí, descubrió en su  totalidad la belleza del mar. Las pequeñas barcas dormidas en la arena dibujaban el camino por la larga orilla.
Al amanecer, se deslizaban alegres y cansadas con sus farolillos aún encendidos marcándoles el camino a casa, sus redes repletas de brillantes peces destellaban bajo los primeros rayos de sol.
Aprendió no solo a nadar, sino  a aliarse con las olas, se abrazaba a ellas con la ternura del enamorado, juntos danzaban en un ir y venir casi romántico.
Amó tanto a ese mar; su arena, su gente, su aire, que, aún después de largo tiempo surcando medio mundo, seguía amándola: esa tierra que le empujó en su crecer, le marcó en sus venas como hierro ardiente.      
Durante toda su vida, volvería a verla como a una amante solícita y paciente; su mar, sus patines de vela, sus viejos amigos, dormitaban lánguidamente esperando su regreso.       
Se engalanaba para la verbena de Santa Rosa como una premonición, corría tras su pelota en las largas playas calientes, sus ojos, esos negros ojos,  fijaban su mirada hacia el profundo horizonte.              
Recién cumplidos los dieciséis, su padre le embarcó rumbo a la América Central de donde él era, esa España en posguerra dura e insegura, no era lo mejor para su primogénito. Allí le aguardaban algunas de sus raíces, Heredia, ciudad de grandes cafetales en la dulce Costa Rica.              

A lo largo  de los años, viajó por medio mundo, su equipaje bien planchado reposaba de hotel en hotel, sacrificó… ¡OH!  Imagino que, quien ha vivido como realmente soñó, si alguien pensó alguna vez que descubrir pequeños restaurantes donde una buena mesa regada por un delicado vino; atrapar rincones exuberantes deleitándose  de cada sorbo de aire fresco  era un sacrificio, entonces Michel se sacrificó, si alguien vivió a su  manera, saboreando cada trozo de vida, cada mordisco del tiempo, ese fue Michel.

Que lento pasea el aire en una blanca y fría habitación, el golpear del respiradero impertinente altera el sentido común, las paredes se inclinan aprisionándote, las agujas del reloj golpean incansables cada brizna de aire.
-Rosa, querida Rosa, mi corazón se está agrietando, también su cuerpo inmóvil hiela mi aliento, pero tú, tú rompes mi alma, ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Cómo darte mi mano para que el dolor pase más dulce y suave? ¿Cómo aliviar esta ansiedad que te invade?
-Tú que estuviste con él, que caminaste por su mismo sendero, que abriste tus pétalos como la dama de noche, tu que engalanaste tu hogar para tu amado.
-Algún día ya no muy lejano, recogeré mis maletas tan vacías y guardaré en ellas todo el cariño que me has dado, sé que no permanecerás sola, tus amigos, los que siempre has tenido te acompañarán cuidarán de ti.

-Yo, estaré lejos, romperé mis lágrimas en silencio y abrazaré mis recuerdos con profunda nostalgia, me consolarán a mí también y rezaré junto a mi hija.

Pero estaré lejos, demasiado lejos para hacerte llegar mis maletas repletas de tantas cosas bonitas, de rayos de sol agolpados en un puño, de infinidad de sensaciones que me gustaría contigo compartir.




1 comentario: