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miércoles, 1 de mayo de 2013

LA TRAMPILLA

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LA TRAMPILLA

Narrador protagonista...

Un ruido seco me ha despertado de golpe, mi hermana me mira asustada, las altas palmeras rebotan en la barandilla del bacón; las olas del mar quieren entrar, el corazón me late con fuerza.
Ana y yo salimos disparadas escaleras abajo, a mitad de camino nos topamos con mi abuelo, lleva su bata colgada de los hombros y las zapatillas a medio poner.
-¿Estáis bien? - dice Bon Papá con cara de preocupación, las dos asentimos con la cabeza y seguimos hasta llegar a la planta baja, el gran perro nos escolta pegado a nosotros.
Llegamos temerosos hasta un pequeño cuartito bajo las escaleras donde guardamos los zapatos;  bolsos y algunos trastos, la puerta trémula se abre despacio, veo en las miradas el desconcierto y el miedo, Ana abre la boca involuntariamente  -¿ qué pasa Ingrid? – “no lo se”- le digo tan perpleja como ella,  conozco a mi hermana esta aterrada siento los pies fríos y las manos sudorosas; entonces  Bon Papá  reflejando mas serenidad  nos aparta discretamente mientras se adentra en el pequeño habitáculo, busca inútilmente la cadenita de la luz, de pronto...al fondo en medio de  la oscuridad se abre una trampilla de donde fluye una luz envuelta en una nube de polvo, las dos miramos hacia abajo, su mano cogida de la mía tiembla como una hoja y la aprieto suavemente dándole confianza, con dificultad  veo  que cuelga una escalera de cuerda trenzada; la casa ruge con fuerza, las lagrimas de la lámpara repiquetean entre si,  el perro nos mira  uno a uno, lanza un ladrido al aire...y salta.


Narrador omnisciente

Vigilante, el gran perro Yem en la puerta de la habitación se despierta con la tormenta, mira las niñas, están durmiendo hasta que un trueno las sobresalta.
 Anna se acurruca sin saber que hacer, las tormentas no le han gustado nunca, Ingrid, abre los ojos y sopla su flequillo ¡guay, tormenta!  salta de la cama, coge la mano de su hermana y la arrastra escaleras abajo, no quiere dejarla sola, sabe que Bon Papá se habrá despertado y bajará con ellas; Yem entiende que su deber es cuidarlas y las alcanza, seguro que el abuelo se ha calzado y puesto su bata, con lo friolero que es: anoche les estuvo contando como tantas veces que en el cuartito de las escaleras en ocasiones se filtran duendes; el abuelo se ríe porque las niñas no se lo acaban de creer y pasan de puntillas cada mañana por la puertecita del ropero mirando de reojo.
Bajan todos juntos, Ana temblorosa se aferra a la mano de su hermana, siempre le ha dado seguridad, Ingrid enamorada de las aventuras entiende su miedo y la sujeta con dulzura, el tintineo de la lámpara las exalta, Yem las mira con cariño y preocupación y da un paso adelante, Bon Papá, que siempre cuenta historias inventadas esta tan desconcertado como ellas; respira hondo, las aparta con discreción y se posa junto al perro, la pequeña puerta tiemble y se abre, de pronto una trampilla inexistente hasta entonces se levanta de golpe y salta un remolino de luz y polvo, los tres asustados dan un salto atrás, Ana musita algo a Ingrid -¿qué pasa? -Ingrid esta emocionada, Bon Papá rasca su brillante calva incrédulo -piensa- “¿Serán verdad todas esas historias que les he contado…?”
Tantos años en esta casa y ni se habían enterado -pensó el perro- ¡Ya conozco yo a esos duendecillos! ¡Son unos intrépidos y unos desvergonzados, se deslizan de noche por la escalerilla de cuerda,  es hora de presentárselos”- mira a  las niñas y a Bon Papá -vamos a conocerlos ¡Estarán encantados!...- les dice que le sigan con un guau y se lanza, detrás, los tres golpean la arena de la playa con sus pies...
De pronto una ola gigante les arrastra de un coletazo y...







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